9 de abril de 2014

Pastor bi-vocacional

El año pasado (2013), frente la presión de la IMECH, había decidido dejar la pedagogía, porque ante una exigencia de trabajar 20 horas como máximo en un trabajo extra-ministerial, no podía trabajar 30 horas, que es lo mínimo que me ofrece acá en Calama la COMDES, ente municipal que contrata los profesores para los colegios.
Había optado por reflotar mi carrera informática, porque me permite el trabajo remoto (cómodamente sentado en la escalera de la casa tomando sol, que parece ser la imagen que proyectamos algunos pastores) y dados mis vastos conocimientos de soporte (varios colegas pastores pueden dar cuenta de esto cuando los ayudé con sus computadores, teléfonos o simplemente dudas (colegas: esto no es un reclamo, uds. bien saben que los ayudé de todo corazón y desinteresadamente).), y mi tarifa por hora, que muchos han de saber que no es barata, calculé que con un poco de esfuerzo podía aumentar los ingresos familiares, pues todos los metodistas saben que el sueldo de un pastor es más bien bajo.
Así que, cuando el 2013 llegaba a su fin, descarté participar en el concurso comunal para ocupar las plazas de horas de clases en todos los colegios municipales, obedeciendo en parte a esta decisión y en parte a que tenía la sospecha de un posible traslado.

Me apenó muchísimo tomar esta decisión, porque hice muy buenos amigos entre los colegas profesores, el amor y aprecio de mis alumnos y apoderados, y, esto es muy sorprendente para mí, el respeto y cariño  que todos tienen por mi persona (con mucho dolor, no puedo decir lo mismo de algunos metodistas), respeto porque cuidaban su vocabulario en mi presencia, respeto porque escuchaban atentamente mis opiniones sobre cuestiones variadas, respeto porque muchas veces me preguntaron: ¿qué opinas tú, pastor?; y cariño porque sus abrazos, sus saludos y algunos sencillos presentes me emocionaron casi siempre al demostrarme que yo soy importante y me consideran importante en sus vidas.

Imaginen mi estupor cuando en la Asamblea General de Angol en enero de 2014, me comunican que ya no me iban a considerar para recibir nombramiento pastoral.

Ante el impacto, retrocedí varios años en mis recuerdos, y una escena quedó fija en mi memoria: un día sábado, en la puerta de la Segunda Iglesia Metodista de Santiago, entrando a un taller para profesores de Escuela Dominical.

Yo nunca, y repito: NUNCA pedí ser pastor en la Iglesia Metodista... los que me conocen más de cerca, pastores y hermanos en la fé, tienen muy claro esto: nunca busqué ser pastor.

Pero antes de continuar, un poco de historia... 

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